Trastornos psicológicos y su incidencia en el aprendizaje: Depresión.



En la revista dedicada a Paulo  Friere, titulada Revista de Pedagógica crítica (2007), el autor manifiesta que la conducta del ser humano ha hecho que el mundo sea insostenible. “Si ese modo de accionar irracional no cambia, la humanidad caminará  al suicidio colectivo”.  Por esta razón la educación de la humanidad es indispensable. Él plantea la siguiente interrogante:

“¿Cuál es la capacidad de la educación para cambiar el estado de las cosas?”

Como educadores percibimos las perturbadoras manifestaciones juveniles de indisciplina, individualismo, exacerbado narcisismo, crisis de identidad, banalidad del cuerpo y de los valores, indolencia, desagregaciones y violencias de todo orden. La velocidad de los cambios, los nuevos medios de comunicación, incrementadas por las nuevas tecnologías, contribuyen a la intensificación y agravamiento de estos problemas. Aunque hay ciertos comportamientos que solo pueden ser modificados con la educación, podemos tener el caso de alumnos que sufren de algún problema psicológico o trastorno. Justo de eso hablaremos el día de hoy, y la incidencia que esto puede tener en nuestros modelos teóricos de aprendizaje.

Existen muchos trastornos psicológicos, en este caso nos enfocaremos en la Depresión, en otros artículos trataremos los trastornos de Ansiedad y Pasividad.

Depresión:


Depresión viene del latín "depressio": hundimiento. El paciente se siente hundido con un peso sobre su existencia.

El término "depresión" hace alusión a tres conceptos relacionados: un síntoma, un síndrome y un trastorno. Si hablamos de “síntoma” nos referimos a la tristeza o el estado de ánimo deprimido, y como tal está presente en la mayor parte de los trastornos psicopatológicos y en otras condiciones médicas. Si nos referimos al “síndrome”, es  un conjunto de síntomas relacionados que aparecen y desaparecen conjuntamente y que suele estar formado por los síntomas de tristeza, irritabilidad, pérdida de interés, fatiga, sentimientos de inutilidad y culpabilidad, enlentecimiento psicomotor, insomnio, ideas de suicidio, falta de apetito, pérdida de peso, y dificultad para concentrarse. La diferencia de un síndrome y un trastorno, es que el síndrome son una serie de síntomas que pueden variar en el tiempo y del que no se conoce el origen, en cambio el trastorno, aunque se detecta a través del síndrome, ya tiene un por qué y él se mantiene en el tiempo. 

En este post nos concentraremos en la depresión como trastorno psicológico. 

La depresión es la sensación de sentirse triste, decaído emocionalmente, y perder interés en las cosas que antes disfrutaba hacer, ver, tocar y entre otras actividades que el hombre o la mujer realiza para satisfacer una inquietud o necesidad. Algo a denotar es que la tristeza que siente una persona depresiva es desproporcionada con respecto a la magnitud del hecho y persiste más allá de un periodo justificado (Borque, 2009).

La depresión es una enfermedad como puede ser la diabetes o la artritis, y no es solo una sensación de tristeza o de desánimo. Esta enfermedad progresa cada día afectando sus pensamientos, sentimientos, emociones, salud física, su forma de comportarse, y su relación para con los familiares, amigo, y todas las personas en general. La depresión no es culpa de la persona que la padece, como tampoco es una debilidad de la personalidad. Es una enfermedad médica que es muy frecuente y puede afectar a cualquier persona. Después de la ansiedad, la depresión es el trastorno psiquiátrico más frecuente. Se estima que un 10 por ciento de la gente que consulta a un médico pensando que tiene un problema físico tiene en realidad una depresión. La depresión comienza habitualmente entre los 20 y los 50 años, lo nacidos en las últimas décadas del siglo XX parecen tener una incidencia mayor de depresión que las generaciones anteriores. Un suceso de depresión dura comúnmente de 6 a 9 meses, pero el 15 al 20 por ciento de los pacientes dura 2 años o más. Los episodios generalmente tienden a recurrir varias veces a lo largo de la vida.

Algo que ocurre mucho es que los alumnos, o las personas en general, suelen confundir el estrés con depresión. Por ello al salir de un examen, por ejemplo, suelen decir: estoy deprimido, en vez de decir: estoy estresado. Es bueno conocer la diferencia entre ambos términos y enseñarla a nuestros alumnos. Por otro lado es difícil para un docente sin estudios en psicología, el poder determinar si tiene un alumno con trastorno depresivo o no, sobre todo porque no todas las personas con trastorno depresivo demuestran sus síntomas al público. 

Volviendo a la pregunta al inicio del artículo: “¿Cuál es la capacidad de la educación para cambiar el estado de las cosas?” Podríamos preguntarnos: ¿Puede la educación disminuir el trastorno depresivo? ¿Existe algún modelo de aprendizaje que lo logre? 

Como se dijo anteriormente, la depresión es una enfermedad, muchas veces se considera hereditaria, así que si mi mamá es depresiva, puede que yo también lo sea. La persona depresiva necesita de ayuda psicológica o psiquiátrica. ¿Afecta la depresión en el rendimiento académico? Claro que sí, una persona depresiva tiende a perder el insentivo de hacer cosas que lo distraigan, o cosas que antes le apasionaban, sin embargo hay casos de personas depresivas que rendían muy bien en sus trabajos o escuelas, y que solo en la soledad soltaban todos los monstruos de su mente. Conociendo lo complejo que es el trastorno depresivo, podemos afirmar que como docentes lo que podemos hacer es disminuir el estrés de nuestros alumnos, alivianando así cualquier trastorno que el alumno pueda poseer. 

Justo por el factor estrés y embotamiento, Vygostky creó su modelos teórico del aprendizaje del Constructivismo, del que hablamos en el post pasado. En el que se pretende que el alumno construya su conocimiento, se pone real enfásis en las relaciones sociales, en que el alumno aprenda de su entorno, de sus compañeros, que se incentive la creatividad, como lo deja ver la imagen. 



Así que una persona que desde niño fue motivado a convivir con su entorno, a ser sociable y aprender de ello, a alguien que no se le presiona a aprenderse cosas de memoria, a tragarse libros, sino a buscar el conocimiento por su propia cuenta, una persona que crece así, puede tener menos posibilidad de desarrollar un trastorno psicológico, no buscará aislarse. Aunque volvemos a recalcar, cuando la depresión proviene de un factor genético el mismo explotará en alguna etapa de la vida, y siempre tendrá que tener atención médica especializada. 

Por último podemos concluir que es importante que como docentes nos capacitemos más en este tema, una capacitación sobre psicología nos ayudará a entender más sobre la salud mental y cómo podemos  apoyar a nuestros alumnos. Una de las maneras más sencillas que podemos usar los profesores para ayudar a los alumnos es enseñándoles a manejar el estrés. Tomar pequeños descansos en nuestras clases, practicar ejercicios de respiración, o pararse y salir a caminar, son buenas prácticas que les enseñan autocontrol y a cuidarse a sí mismos, además, éstas actividades pueden realizarse donde sea.


Enseñar a los alumnos a manejar el estrés también los ayuda a distinguir emociones tóxicas, especialmente porque el 80% de las emociones que experimentan los alumnos provienen de factores normales, como los exámenes. A medida que va aumentando la dificultad de las clases, aumenta el estrés, mientras que las actividades que ayudan a calmarlo, como el sueño, disminuye en temporada de exámenes, lo que provoca aún más ansiedad, por ello debemos incluir en nuestro plan de enseñanza actividades recreativas, crear momentos donde puedan relajarse, ponerles proyectos que los incentiven a pensar en otras cosas, que los motiven a investigar y dar lo mejor de sí, pero solo por su satisfacción personal. Un docente 4.0 siempre encontrará la forma de apoyarse en la tecnología u otros medios para hacer del aprendizaje una experiencia amena y divertida, disminuyendo de esta forma el estrés, y que alumnos con trastornos psicológicos no se vean más ahogados con las actividades escolares o universitarias. Lo mejor que podemos con nuestros alumnos es brindarle nuestra amistad, que sepan que no están solos, que cuentan con alguien, que estamos ahí para escucharlos y para brindarles nuestra ayuda. Si logramos que confíen en nosotros, tal vez la confianza sea tanta como para que podamos determinar algún trastorno psicológico, e intentar darle la guía necesaria para que salga de ello. 


Fuente:

Paulo  Friere. Revista de Pedagógica crítica año 6 N° 4, abril 2007: http://revistas.academia.cl/index.php/pfr/article/view/498/637

La depresión infantil y el desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje de los estudiantes de la escuela fiscal mixta 7 de octubre de La parroquia San Camilo: http://dspace.utb.edu.ec/bitstream/handle/49000/1621/T-UTB-FCJSE-PEDUCATIVA-000014.02.pdf?sequence=2&isAllowed=y

 


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